martes, 13 de mayo de 2008

La conspiración de los supermercados

Cuando era pequeño, y mi mamá me llevaba al supermercado, no tenía ni idea de lo que se trataba el dinero, los shoppers, especiales, ofertas. Lo único que me importaba era que me montaran en aquel carrito de metal, y me pasearan como si se tratara de un paseo intergaláctico. Ymientras yo estaba en mi mundo, haciendo de los potes de leche los controles de mi nave espacial, recuerdo que mi mamá miraba los periodiquitos con las ofertas con mucha atención. Y decía “las chuletas están en especial…” Y esa semana comíamos chuletas. La próxima semana era el pollo. Y comíamos pollo. Esto parecía ser la mejor manera de ahorrar dinero, de “salirse con la suya” pagando menos. Pero la realidad era que los supermercados nos estaban dictando como a borregos lo que teníamos que comer cada semana. Tal semana se compraba el shampoo, y no otra. Tal semana se compraba el detergente, etc. Sí, así era con todos los productos, excepto con los de primera necesidad, leche, huevos, que no cambiaban. Lo que no sospechábamos era que el dinero que nos ahorrábamos en esos precios “especiales”, ya nos lo habían quitado en otros productos. Pero nosotros nos íbamos a casa con nuestras bolsas tan contentos.

Algo que recuerdo muy vivamente de aquellos momentos en el supermercado era el contraste tan grande entre las envolturas y empaques de las marcas “buenas” y las genéricas o marcas blancas. Por ejemplo, si mi madre quería comprar habichuelas tiernas, íbamos a la góndola indicada y recuerdo ver ese amistoso y corpulento Gigante Verde, sonriendo, diciéndonos: “Si me comes serás tan fuerte y hermoso como yo!” Y al lado se encontraban estas patéticas latas blancas de la marca Food Club, que más que habichuelas parecía que contenían desperdicios radiotóxicos. Sólo verlas daba grima. Y aun era un niño!!

Algunas de las preguntas que hoy podemos desprender de este hecho son: ¿Por qué los paquetes de marcas blancas son tan espantosamente feos? ¿Por qué las personas que las producen parecen no tener dinero para un par de diseñadores gráficos que les hagan un logo decente y una etiqueta atractiva? Parecería como sin Food Club no quisiera que se vendiera Food Club. Hmmmm…..aquí hay gato encerrado.

Suelo ir a un supermercado que vende marcas caras y baratas. Lo raro en ese lugar es que las marcas baratas tienen unas envolturas que rivalizan con las caras. Increíble pero cierto. Pero un buen día llegué y cuando fui a comprar los corn flakes (baratos), noté que habían cambiado la caja. Antes, te ponían unas mazorcas preciosas, unos logotipos bien trabajados. Daba gusto. Y ahora sale una caja, con un logo super pequeño, en una letra clarita que casi ni se lee, y unos corn flakes en un plato sin leche, ni su fresita. ¿Qué carajo pasó aquí? ¿Suicidio comercial? Jejeje nah….

Escúchalo bien, panín: El secreto de las marcas blancas no es atraer al consumidor con poco dinero, sino ESPANTAR al consumidor con dinero o con “ínfulas” de tenerlo. Las marcas baratas no son el “resuelve” de los que están apretados, son el lobo vestido de oveja, el Cylon infiltrado…Lee bien.

La verdad es que los productores de alimentos son los propietarios de tanto las marcas caras como las marcas baratas. Las habichuelas son habichuelas estén en la lata que estén. Pagues más o pagues menos. Cuando una persona no tiene dinero, es lógico que vaya a comprar lo barato sin pensárselo dos veces. Sin embargo, las multinacionales saben que en el mundo del consumismo gran parte de la población es de clase media baja, asalariados-que-no-llegan-a-fin-de-mes. Y estas personas están dispuestas a hacer lo que sea para que no se les note que son asalariados-que-no-llegan-a-fin-de-mes. Por eso la clase media es, desafortunadamente la más manipulable. Los ricos compran lo que les sale de los cojones, pero son pocos, y no pueden gastar en comida sus millones, porque sus billetes no les pueden comprar 3 estómagos. Los pobres no pueden comprar casi ná; esos comen lo que les tires. Las únicas víctimas gordas son los del medio. Así pues, los supermercados juegan psicología sucia con ellos. Un día llegas al supermercado buscando queso pa sándwich, y cuando llegas a las estanterías ves este queso Kraft, con empaque brillante, amarillos, rojos, que te babeas. Y al lado, a mitad de precio o incluso menos, tienes un queso envuelto en un papel triste, ¡gris! El pobre compra directamente el queso gris, pq no tiene pa más. El rico compra el Kraft. ¿Pero qué hace Chencho el asalariado? Pues Chencho seguramente, si actúa como la mayoría de la masa, dirá “el barato se ajusta a mi bolsillo pero ni pal carajo llevo yo una mierda de queso así a la barbacoa de este domingo!! ¿Qué pensarían mis amigos del trabajo? ¿Qué diría mi jefe? ¿Cómo miraría su mujer a mi mujer si llevo esta porquería de queso??..uff..que se joda, mejor me llevo el Kraft.”

Quizá los dos quesos son leche de la misma vaca. Quizá su sabor es el mismo. Y aunque la diferencia en precio es enorme, Checho termina comprando la marca cara no por calidad, sino por el derecho a sentirse distinguido, y que de ninguna manera se piense que es un pobretón que come Food Club. Así, cuando abres la nevera de Chencho, te encuentras no sólo con queso Kraft, sino con todos las marcas “buenas”. El tipo se hace la paja mental pensando de que al comer productos de “calidad” significa que no es pobre. “Sólo los cafres, mantenidos y cuponeros compran esas mierdas”, piensa Chencho. Lo que Chencho no sabe es que gran parte de la culpa de que no pueda llegar a fin de mes es el no comprar Food Club. ¿Quién dijo que las pajas no tenían su precio?

Así pues, cuando vayas a un supermercado, y veas esas etiquetas tan feas, tan vulgares, tan parceleras, tan ayuda-pro-victimas-del –terremoto-de-Bangladesh ; recuerda que son feas precisamente porque quieren que tú, asalariado, las veas feas. Quieren que pienses: “¿Quién carajo comprará eso?? Yo ni loco!!!” De ese modo, no sólo te bombardean por un lado con logos atractivos en los productos caros, sino que por otro lado al crear un contraste tan grande entre etiquetas, te están haciendo casi vomitar ante la idea de comprar la marca barata. Lo hermoso se hace hermosísimo, y lo feo feísimo. La Ley de atracción y repulsión trabajando unidas contra tu débil mente. Y así, nos la meten monga.