“Ay mi nietecita, eres lo que más quiero en el mundo de los vivos…”
Así dice una señora mayor ya “muerta”, de apariencia espectral, como hada madrina de vestidos blancos, abrazando a una niña pequeña que se refugia del asco del mundo exterior.
Las telenovelas mexicanas siempre se han destacado por su mediocridad en todos los niveles. Mala actuación, malos guiones, poca creatividad. Eso sí, a la hora de mostrarnos palacios o mansiones gigantescas con piscinas (“albercas”), patios interiores de ensueño, no se lo piensan dos veces. El asunto es deslumbrar al público mediante las formas, pues en el contenido hay poco, muy poco.
Y parte de ese “poco” es la constante y vieja propaganda que Televisa y amigos le llevan haciendo al Vaticano Inc., y a su sucursal católica mexicana, que de hecho es la más grande de Hispanoamérica. Dado que las telenovelas mexicanas se exportan a, literalmente, todo el planeta, es de suponer que el Vaticano esté muy contento con la labor “de campo” que le hace Televisa. ¿Que aparece una que otra nalga, o chica tetona escotada? No pasa nada, pues es seguro que las novelas evangelizan más que todos los sacerdotes mexicanos juntos en un domingo. La teta y el escote es un precio muy bajo a pagar.
Es obvio que las telenovelas mexicanas no aportan mucho intelectualmente al público. Hasta ahí son algo inocuo. Pero el asunto va más allá, pues no se trata de que no aporten nada, sino de que activamente embrutecen, fomentan la superstición y promueven el conformismo, que la gente se sienta a gusto con el status quo, que por cierto, en México, al igual que en toda Latinoamérica, es un tremendo asco.
Está bien que los “malos”, que por cierto siempre son los ricos, sigan siendo ricos, siempre y cuando acepten a la protagonista pobre en su familia. Al fin y al cabo, la protagonista no se casa con el chico pobre que lleva enamorado de ella toda la vida, sino que escoge al galán rico, se casa con él, claro, termina haciéndose rica, reforzando el status quo que en un principio la marginaba y oprimía. ¡Bravo!
Las telenovelas nos mandan un mensaje doble sobre la pobreza. Por un lado, es bien jodido ser pobre, vives en una casucha de mierda, no tienes padre, tu madre es una gorda fofa avejentada que solo cocina frijoles, tienes 20 hermanos y quizá tú eres la única adoptada. En fin, que tu vida da asco. PERO, por ser pobre tienes una ventaja: estás en contacto directito con “Diosito”.
El mensaje es que mientras la chica mantenga su fe, y le rece a “Diosito” o a la “Virgencita” (como los mexicanos suelen llamar a sus diosesitos), entonces las cosas irán “bien”. Bueno, en términos telenovelísticos irte “bien” es que después de que te joden la vida durante 98 capítulos, al final, en los últimos dos, la mujer se ve reivindicada a través de un “buen” casamiento en una “buena” iglesia con un “buen” párroco, tragándote una “buena” ostia. ¿Qué más da que la hayan humillado, pegado los cuernos o dejado temporeramente ciega? Al final, todo vale con tal de tener una “buena” boda…y entrar al mundo de los ricos. Ahhhh, quién no quisiera!!….
Rezar, según las telenovelas, es tan efectivo que puede lograr que el chico más guapo de la colonia Polanco en el DF, se fije en la verdulera más simple, más maleducada del barrio de Tepito. Pero también, claro, la que más buena está, no sólo en Tepito, sino en el país entero! Por eso nos tragamos siempre que en las novelas los galanes escojan a esas verduleras, porque vaya tetas, vaya ojazos, vaya nariz caucásica natural!!! Mmmm!
Y es ese el otro mensaje que nos dan las telenovelas: que el mayor mérito de una mujer, es estar buenísima. Si no es así, los reto a que pongan en la próxima telenovela como protagonista a una verdadera verdulera del mercado de abastos! ¡Y veamos con quién se casa!
Pues bien, todo este embrutecimiento no basta ya para captar la atención del público. Ahora la moda en Televisa es introducir elementos sobrenaturales. Como por ejemplo, fantasmas de la abuelita muerta, o hadas, o duendes que se confunden con la realidad. Y no me extraña. Los duendes, y las abuelitas difuntas, son muchísimo más divertidos y atractivos que Guadalupes tiesas de palo en altares carcomidos por el moho entre lúgubres velas. Si me dan a escoger, yo también prefiero a mi abuelita!
¿Qué pensará el Vaticano Inc. de este cambio?
Parece que la “Virgencita” se está quedando sin combustible en las telenovelas y “en el mundo de los vivitos”.
1 comentario:
Qué bueno! realmente apoyo este comentario pues es lo que siempre he pensado de las telenovelas, fomentan la estupidez y la cortedad de ideas. Fuera todas esas idioteces de nuestros hogares!
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