martes, 16 de diciembre de 2008

Bush y los zapatos


La pregunta es: ¿Cómo no se le ocurrió a nadie antes?

La presidencia de Bush termina como empezó, en el ridículo.

El criminal de guerra, —que por desgracia, nunca será juzgado ante los tribunales pero sí ante los ojos de la historia— no debió recibir dos zapatazos, sino un zapatazo por cada muerte iraquí y americana que su guerra espuria provocó.

A Bush, ese gran libertador de Iraq, deberían dejarlo suelto un fin de semana por cualquier plaza de Bagdad, para que el pueblo tenga la oportunidad de agradecerle el gran favor que les hizo durante los últimos años.

Bush más bien debería mudarse a Iraq y disfrutar del país que contribuyó a colapsar y fragmentar con sus negocios petroleros y armamentistas.

El periodista que lanzó los zapatos se equivocó en una cosa: llamar perro a una cucaracha.

Aun así, ese ciudadano iraquí merece nuestro aplauso y respeto. Y aunque en los próximos meses él y su familia lo pasen muy mal, la historia lo recordará por siempre, y los libros nos lo presentarán como aquel que tuvo los pantalones, aquel que tuvo los huevos, aquel a quien se le ocurrió primero.

2 comentarios:

Sergi García dijo...

Yo le hubiera tirado algo más que un zapato. Y si es un zapato, uno de tacón, con el tacón hacia el ojo.

Primo, hay aquí una exposición que te va a encantar. Y no, no son cuadros, simplemente algo muy necesario para tu existencia

Anónimo dijo...

Nadie ha reparado que el reportero, que le tiró sus zapatos, le 'HIZO CENTRO' a la bandera YANQUIE