jueves, 19 de febrero de 2009

La moral del ateo

¿De dónde sacamos los ateos nuestra moral?

Hace unos días vi un debate en una cadena noticiosa entre un religioso y un ateo. El tema era la existencia de Dios. Sin embargo, cuando se habla de este tema, los religiosos parecen no poder evitar, como si les picara el culo, sacar el tema de la moral. El pastor protestante del debate de repente saca su "as" de la manga: ¿Si Dios no existe, entonces de dónde sacamos nuestra moral?, le pregunta al ateo. Lo que el religioso sugiere está muy claro: Primero, que los ateos son inmorales (un grave insulto que siempre se le perdona a los religiosos); y segundo, que es necesario que Dios exista para que haya una moral objetiva y que no sea relativa a cada individuo.

Ante este argumento, hay que descrubir su esencia falaz, pues la supuesta existencia de un ser sobrenatural y universal no tiene absolutamente nada que ver con el comportamiento (ideas morales o inmorales) de un colectivo de primates en un planeta llamado Tierra. En otras palabras, es absolutamente irrelevante hablar de moral en una discusión sobre la posible existencia de cualquier cosa. Que Juanito sea el niño más bueno del mundo, no hace más o menos posible que Santa Claus exista.

Hecha esta aclaración, volvamos a las palabras del pastor: ¿De dónde sacamos los ateos nuestra moral? Según este pastor, los cristianos saben qué es la moralidad porque la Biblia deja establecido qué está bien y qué está mal. Pero esa aseveración es pura necedad, pues quien conoce a fondo la Biblia sabe de hecho que la moral que nos presenta es relativa y cambiante. El "amor al prójimo" y el "no matarás" queda empañado por continuos mandamientos de Dios donde se le ordena a su pueblo masacrar poblaciones enteras, manifestar el odio contra los extranjeros, la incomprensión con las personas de otras fes, etc.

Richard Dawkins en The God Delusionnota que la mayoría de los cristianos, de hecho, no obedecen la moral bíblica. Si lo hicieran, tendríamos que meterlos presos por seguir los dictados de un Dios genocida. La moral de la Biblia, en resumen, no puede ser puesta en práctica, pues implicaría el exterminio de nuestros vecinos y la pura barbarie. La certeza de los cristianos sobre una moral objetiva y eterna no se sostiene. La moral de la Biblia demuestra ser, efectivamente, relativa. Relativa a cada libro de la Biblia, e incluso a cada versículo. Porque el dios que aparece ahí, es un ser impredecible quien hace siempre lo que le sale de los cojones, aunque eso conlleve la auto-contradicción. Así, el cristiano se ve obligado a usar unas citas y descartar otras. Es decir, a escoger. Escoger es relativizar. El cristiano no tiene más remedio que, mediante su propia conciencia, escoger, interpretar, y moralizar su propia Biblia. (¡Persígnense, ovejas!)

Así pues, la pregunta del pastor protestante se vuelve contra sí mismo: Si tú, como cristiano, demuestras ni siquiera poder seguir, al pie de la letra, la moral del dios que predicas, entonces ¿de dónde sacas la certeza de tu moral? Ante preguntas sobre moral, la diferencia entre el ateo y el religioso radica en que el religioso padece de certitis (la ilusión de poseer una idea certera de algo) y el ateo posee una opinión, reconociendo, sin complejos, su relatividad. La contestación es tan sencilla que no nos extraña cause picores culares en los religiosos: El ser humano "saca" su moral de sí mismo. Pero la moral no es algo que se "saque" de ningún lado, como parecen simplificar los religiosos. La moral es un dilema intrínseco en nuestra especie. Y de hecho, los filósofos discutían sobre esos problemas, muchos siglos antes de que naciera Cristo.

¿Qué define nuestra moral? En primer lugar, nuestro sitio y momento histórico-social. Y en segundo lugar, las características que nos construyen como especie, nuestros genes colectivos. De esto último surge nuestra capacidad de proyectarnos en los demás.

¿Qué es la proyección?

La proyección, en el contexto de este post, es la capacidad del ser humano por transportarse mental y emocionalmente en otro ser vivo. La proyección sustenta nuestra innata disposición a sentir compasión y piedad. Es lo que nos permite disfrutar de dramas, obras de teatro. Es lo que nos conmueve a lágrimas cuando vemos un personaje ficticio sufrir en una película o una tragedia griega. Lo que nos hace sentir alegría cuando Rocky gana el campeonato de boxeo. O sentirnos satisfechos cuando vemos al malo ser condenado por sus crímenes. La especie humana está capacitada, gracias a su propia estructura biológica, para la empatía, para compartir el sufrimiento con los demás.

La proyección, además, es lo que nos ha hecho posible inventar tantos dioses. Como estudió Ludwig Feuerbach, Dios es una idea en la cual el ser humano proyecta aquellas cualidades que estima sobre las demás. Dios representa lo mejor del hombre. Por eso el Dios bíblico, como todas las divinidades, muestra ser siempre producto de las necesidades morales e históricas de su pueblo. Cuando hace falta fuerza y poder, surgen dioses fuertes y poderosos. Cuando hace falta comprensión y misericordia, nacen dioses que manifiestan esas cualidades. Cuando hay sed de justicia, surgen dioses con balanzas en sus manos y juicios finales. Los dioses son el mejor espejo de la condición humana.

La proyección es el fundamento de la moral, pero no es el factor único que la determina, porque cuando las ideas maduran, crecen, cambian de contexto, se convierten en agentes tan poderosos (memes, en términos dawkinianos), que son capaces de ir en contra de aquello que las creó en primer momento.

Por esa razón, los religiosos se enfrentan a un mundo dividido entre el llamado a la empatía y el odio perpetrado por los sistemas dógmaticos que lo indoctrinan. Aunque los ateos no están libres de dilemas morales, están a salvo de las presiones religiosas que hostigan continuamente la mente de los creyentes. Una de esas presiones es intentar vivir como si el mundo se conformara de certezas. Y quizá no haya nada más complicado hoy día. El mundo, más cambiante que nunca, nos pide transformarnos cada día, adaptarnos, derrumbar muros, comprender la actitud científica. Mientras que los religiosos se aferran a realidades fijas (valores eternos) escritos en el cielo por los siglos de los siglos.

Posiblemente una de las mayores dificultades que tienen los religiosos con la "moral atea" radica en que no pueden concebir que existan personas capaces de obrar bien sólo por la satisfacción misma que produce obrar bien. El religioso se empeña en ¨ganarse¨ la salvación, ya sea por su fe o por sus obras. Las acciones del religioso no son un fin, sino un medio para alcanzar un premio post-mundano. Y es en ese punto donde se basa toda su moral: en recibir una recompensa. En cambio, el ateo que obra bien, y lleva una vida moral ejemplar, actúa bien sin contar con esos incentivos celestiales. El ateo que obra bien, obra bien porque su conciencia así dicta que debe obrar. Este hecho resulta inexplicable para los religiosos, pues para ellos todos los ateos, por definición, deben ser inmorales. Así que solemos oir absurdos como ¨Si un ateo actúa bien, es que en el fondo no es ateo nada." Se resisten a creer que alguien pueda ser bueno sin esperar nada a cambio por serlo.

Quizá los ateos nuncan podremos llegar a un acuerdo con los religiosos en este tema. Es casi imposible, pues las doctrinas religiosas nos acusan a priori de ser inmorales, personas sospechosas, malas. Y así no puede sentarse nadie a dialogar. Los ateos, de hecho, no pensamos que los religiosos sean inmorales. Inmorales serían si pusieran en práctica todo lo que sus biblias tienen escrito. Afortunadamente para todos, la razón es una fuerza tan grande, que incluso en las mentes más nubladas lanza un rayito de luz que nos permite vivir en relativa paz. El secularismo, en fin de cuentas, es producto de una civilización asqueada de judeocristianismo. Desafortunadamente para nosotros, mientras haya religión, habrá división, y ridículos pastores protestantes hablando necedades en la tele.

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