martes, 12 de junio de 2007

El pintor de batallas


Diálogo sobre la crueldad humana

Un forastero de acento extraño se presenta un día en la guarida de un pintor de batallas. Viene a ajustar cuentas, a vengarse del que supuestamente le arruinó su vida. El pintor se pone a la defensiva, pero pronto se da cuenta que el visitante, antes de cumplir su siniestro objetivo, tiene que dar significado al acto que va a cometer. Necesita comprender las causas que lo llevan a hacer lo que va a hacer. El pintor pronto se da cuenta, de que él también tiene motivos para cuestionar dicho acto. Así que, lejos de enfrentarse los dos como fieras, ambos enemigos se toman una cerveza en una terraza, y comienzan un diálogo sobre la naturaleza de la crueldad, la tortura, la naturaleza humana, sobre sí mismos.

—¿Cuál es la razón de que un hombre mate por gusto?, pregunta el forastero.

—La inteligencia, supongo. La crueldad objetiva, elemental, no es crueldad. La verdadera requiere cálculo. Inteligencia, como acabo de decir, contestó el pintor.

—Quiere decir que el malvado no puede evitar serlo.

—Digo que somos malvados y no podemos evitarlo. Que son las reglas de este juego. Que nuestra inteligencia superior hace más excelente y tentadora nuestra maldad... El hombre nació predador, como la mayor parte de los animales. Es su impulso irresistible. Pero a diferencia del resto de animales, nuestra inteligencia compleja nos empuja a depredar bienes, lujos, mujeres, hombres, placeres, honores... Ese impulso nos llena de envidia, de frustración y de rencor. Nos hacer ser, todavía más, lo que somos. Está aquí, bajo la piel. En nuestros genes.
Sólo las reglas artificiales, la cultura, el barniz de las sucesivas civilizaciones mantienen el hombre a raya de sí mismo. Convenciones sociales, leyes. Miedo al castigo.

—¿Y Dios?

—No fastidie, hombre. Mírelos. Tan civilizados dentro de lo que cabe, mientras no les cueste demasiado esfuerzo. Pidiendo las cosas por favor, quienes todavía lo hacen... Métalos en un cuarto cerrado, prívelos de lo imprescindible, y los verá destrozarse entre sí. Cuando el desastre (la guerra) devuelve al hombre al caos del que procede, todo ese civilizado barniz salta en pedazos, y otra vez es lo que era, o lo que siempre ha sido: un riguroso hijo de puta.

De esto se trata la reciente novela de Arturo Pérez Reverte, El pintor de batallas. Un díalogo sobre la fuerza oscura que se esconde en nuestros instintos. Sobre la fragilidad de la cultura. En los momentos extremos aflora la bestia, y desaparecen los milenios que supuestamente nos han hecho civilizados. El hombre es un animal, pero su inteligencia lo hace el ser más miserable. ¿Qué es lo humano? ¿Dónde quedan los valores cuando hay hambre de por medio? ¿Cuál es la ética de la jungla? ¿Y Dios? El arnés que terminó ahorcándonos.

2 comentarios:

solo joe dijo...

para mi, el problema consiste cuando el ser humano niega este aspecto natural de nosotrosy se llena las bocas, claro, por suena lindo, como nuestra naturaleza es bondadosa, buena y de amor.

eso suena bien y en parte es verdad pero entonces empezamos a tener conflictos existenciales cuando observamos que no actuamos bajo esos estandares tan limitados y nos sentimos terribles y culpables y deprimidos y emocionalemnte perturbados cuando expresamos un lado de nosotros que es natural; coraje, odio, egoismo y si, hasta veces maldad.

no estoy diciendo que vayamos por la vida haciendo estas cosas porque vamos a terminar alejandonos de la sociedad y peor aun, hasta presos. simplemente que experimentar emociones e ideas "negativas" no quiere decir que somos unos monstruos o malas personas.

cuando se reprime todo esto, solo incrementara el impulso y por lo regular, de forma peligrosa.

mi consejo; si tienes que cagarte en la madre, maldecir, sentir coraje o frustracion...dejalo saber, de una forma asertiva. el problema es cuando no lo hacemos porque tenemos una idea irracional de como son las cosas (perfectas, armoniosas, preciosas) y tarde o temprano esa energia tiene que salir por algun lao'.

JLGiles dijo...

Una vez leí un ensayo corto de Sartre, (El existencialismo es un humanismo), que me ayudó a entender que no existe una "esencia" humana, ni buena ni mala. El ser humano es sencillamente lo que hace día a día. Se construye a sí mismo. No existe ninguna bichería de el Bien o la Humanidad. Eso es pura mierda idealista.

Quizá la única esencia humana sea su impredecibilidad.